Artículo de reflexión: ¿Está mal que nos guste lo escalofriante?
¿Nos debería preocupar la obsesión (en el límite de lo mórbido) de un amigo por los documentales sobre asesinatos? ¿Deberíamos disfrutar o alejarnos del gore en las películas de terror? Puede que gritemos: “¡Qué asco!”, pero la verdad es que nos encanta que nos desagrade. Lo “escalofriante” es por definición todo lo que nos incomoda o nos provoca un sentimiento de terror, como por ejemplo la gente con “ojos muertos” o todo el reparto de Cats (2019). Lo que nos atrae puede repelernos fácilmente, así que ¿por qué nos gusta lo escalofriante?
Muchos expertos en psicología concuerdan en que nos encanta el subidón que experimentamos al ver algo inquietante. El miedo activa una respuesta nerviosa que nos prepara para luchar o huir y eso estimula la producción de adrenalina, lo que nos confiere ese subidón. Los humanos buscan el miedo en secreto. Nos encanta sentir mariposas en el estómago cuando vamos en una montaña rusa o el latido del corazón al ver una película slasher. Quizás seamos adictos al terror porque sabemos que no hay un peligro real: se ha comprobado rigurosamente la seguridad de la montaña rusa y el asesino de la película es un actor. Del mismo modo, experimentamos un subidón de adrenalina cuando vemos algo terrorífico en internet.
La señal, La maldición y Audition… Japón es famoso por sus espectaculares películas de terror.
Lo perturbador también puede estimular nuestros deseos y fobias en el subconsciente. La sangre alimenta nuestro interés por el gore, mientras que los asesinatos y fantasmas nuestro miedo a la muerte. No debatimos, ni siquiera pensamos en estos temas a diario, pero cuando lo hacemos, por ejemplo al ver una película de terror, nos sentimos hechizados. La experiencia se siente surrealista y nos permite explorar temas oscuros desde un lugar seguro.
La señal, La maldición y Audition… Japón es famoso por sus espectaculares películas de terror. También se puede encontrar un tono terrorífico en algunos estilos alternativos japoneses. Cansados y hastiados del estereotipo kawaii, los niños japoneses de los 90 se inclinaron por nuevos estilos diseñados para ser la antítesis del kawaii: Guro Kawaii (grotesco-adorable) y Kimo Kawaii (asqueroso-adorable). La mascota del Guro Kawaii era Gloomy Bear, un personaje de dibujos ensangrentado con tendencia a comer humanos y la del Kimo Kawaii era una versión más rara y fea de la misma. No tenía por qué dar miedo o tener sangre, solo se centraba en la antiestética (como el culo de Gudetama o los enanos del bosque de Kobito Dukan). Los estilos Guro Kawaii y Kimo Kawaii nos presentaron una dicotomía entre lo adorable y lo inquietante. En la década de 2010, el Yami Kawaii (enfermo-adorable) añadió una capa de salud mental: personajes con muñecas cortadas y camisetas gráficas con pastillas y jeringuillas fueron la nueva moda en lo espeluznante.
Se puede ver al Guro Kawaii, Kimo Kawaii y Yami Kawaii como subculturas de la moda que exploran diferentes aspectos del terror. El Yami Kawaii encandilaba nuestro lado oscuro, pero al contrario que el Guro Kawaii y Kimo Kawaii, no necesitaba incluir gore o la antiestética. Sin esperar un segundo para criticar las últimas tendencias del “loco Japón”, los medios como Refinery29 y Business of Fashion comentaron que los adolescentes en Tokio llevaban literalmente puestos sus problemas de salud mental. Sin embargo, la juventud japonesa no intentaba ser polémica solo por serlo, sino que estos estilos formaban parte de un movimiento social. Los adolescentes estaban hartos de la inocencia y de las “dulces” normas sociales, así que se rebelaron con temáticas terroríficas y desagradables.
La verdad es que, en algún punto entre el movimiento social y Refinery29, algunos comenzaron a verlo como una glorificación de temas perturbadores, como el suicidio y el gore. Quizás os suene el argumento de que los videojuegos violentos generan violencia y que la música sobre la depresión ensalza los problemas de salud mental. Lo mismo se podría decir de lo escalofriante, como las cuentas de Instagram grotescas y el Yami Kawaii. El suicidio es solo una estética, pero para algunos es muy real. ¿Estamos trivializando problemas serios al llevar diseños que “adorabilizan” la muerte o al “darle like” a la foto de una modelo que posa con un cuchillo ensangrentad?
¿Deberíamos pensar en censurarlo? Igual que al censurar la historia o el arte, censurar lo macabro puede dar problemas. Gran parte de la historia es desoladora, pero sabemos que si la ignoramos, estamos condenados a repetirla. Incluso si parte del arte es poco apropiado o simple y llanamente desagradable, muchos siguen considerando que debería existir porque representa la libertad de expresión. Todos nos hemos encontrado con la palabra “Advertencia”, un indicador de que el contenido podría incomodar a la gente que sufra fobias o traumas psicológicos mientras navegan por Internet. ¿Quizás lo terrorífico debería venir con una advertencia o estar completamente censurado? No obstante, ¿no es esto lo mismo que censurar el arte?
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¿Damos más miedo que el resto de gente porque nos gustan estas cosas? Quizás, pero tal vez no. Todo el mundo tiene oscuridad en su interior y puede que la estética escalofriante sea una forma de enfrentarnos a nuestros demonios. Cada uno tiene mecanismos diferentes para seguir adelante y no resulta sorprendente que algunos de nosotros utilicemos la moda para ayudarnos a superar los momentos difíciles. A nuestro subconsciente le fascinan los temas perturbadores y quizás estemos pasando a una época en la que manifestamos esa fascinación, y lo que es más importante, que ese embrujo nos afecta a un nivel consciente.
¿Qué pensáis? ¿Está mal que nos guste lo escalofriante?
Escrito por Kay, traducido por Ismael.
Imagen destacada cortesía de Junji Ito.