The COMM

Hotel del amor / Amor de hotel: un espacio para la intimidad y las fantasías

¡Hoteles del amor! Nos vienen a la mente muchas cosas cuando escuchamos esas palabras. Se nos escapa una risita infantil porque sabemos que tienen que ver con el sexo, y como este, no es un tema de conversación muy educado (al menos para la mayoría), nos sentimos un poco incómodos. Quizás tenga que ver con el puritanismo de los victorianos. Por culpa de la represión en nombre de la respetuosidad, los victorianos no tenían demasiadas maneras de hablar sobre sexo. Debido a eso, toda esa represión necesitó una vía de escape. Como vapor en una tetera hirviendo, el sexo escapó de un modo “respetable” a traves de las leyes, de la medicina, de la religión, la educación, etc. ¡En realidad, los victorianos solo pensaban en sexo!

En Japón, ha habido shunga (grabados en madera de contenido explícitamente sexual, consumidos por las masas), un “boom” de la prostitución después de la guerra, mangas eróticos, y una próspera escena de fetichismo. Aún así, la homosexualidad todavía está mal vista y discriminada. Los hoteles del amor o love hotels (como se los conoce en Japón), son parte del día a día y por supuesto, algunas personas los usan para tener sexo. Pero también se utilizan para albergar fiestas de pijamas, de otaku (donde ven DVD de sus ídolos o anime), y fiestas de karaoke. Por supuesto, la gente no va alardeando por ahí de la gran noche que pasó el otro día en un hotel del amor.

El primer hotel del amor se llamaba “Hotel Love”, pero por culpa de un cartel giratorio se acabó leyendo al revés (Love Hotel) y ése, es el nombre que se le quedó. Los hoteles del amor se crearon por razones prácticas: las casas japonesas eran pequeñas, con paredes finas y con más de una generación viviendo junta. Había muy pocas oportunidades de desmelenarse sin que tu abuela te descubriera. La situación de posguerra no hizo más que intensificar esta situación, ya que la urbanización estaba en auge. Los hoteles del amor fueron lugares perfectos para escapar de las apretadas condiciones de vida y poder tener un poco de privacidad. Según Vitamin Miura, un asesor de hoteles del amor, se realizan más de 500 millones de visitas al año. Alrededor de 1,4 millones de parejas van a un hotel del amor cada día y se gastan 62 € de media.

La mayoría de hoteles están cerca de autopistas o en callejuelas, y se puede acceder a ellos por una entrada discreta tal como un parking de coches. Se pide una habitación a través de una pequeña máquina, pudiéndose pagar por horas o por noche. Se obtiene el acceso a la habitación electrónicamente pagando por tarjeta de crédito, y todo esto sin tener que cruzar un simple “¿Qué tal?” con nadie.

Los pasillos de estos establecimientos son laberínticos. Al no tener ninguna característica que los distinga, todos se parecen entre sí. Están diseñados deliberadamente de esta manera para ofrecer privacidad, asunto de máxima importancia en un hotel del amor. Quizás tenga que ver con el anonimato de capitales como Tokio o Londres. Camina por las calles de estas ciudades, dile “hola” a un extraño y serás o bien ignorado o tratado de loco. La vida en la ciudad no es para débiles, hay demasiadas horas extra y muchos trabajadores mal pagados intentando sobrevivir.

 

Imagen cortesía de Mutual Art.

Las habitaciones son bastante grandes comparadas con los estándares en Japón. Todo lo que las parejas necesitan está allí: condones, juguetes sexuales, anime, máquinas de karaoke, etc. La decoración es lujosa de un modo que casi roza lo suntuoso y estridente. Hay una temática que destaca a simple vista, maximalismo. Hay habitaciones retro llenas de salas con cómodos divanes de terciopelo, techos llenos de espejos, y papel de pared de diseño damasco. Hay habitaciones futuristas inspiradas en cohetes, con coches espaciales a modo de camas y luces de neón. Incluso hay habitaciones inspiradas en el circo, con muebles en forma de animales y caballitos de carrusel. Pero si os fijáis, a todas les falta lo mismo, luz natural. Estas habitaciones son un espectáculo, bizarras y fantásticas, pero carecen de cualquier cosa remotamente natural.

El hotel del amor, en toda su gloria,
crea un ambiente surrealista en el que nuestros pensamientos surrealistas tienen sentido.

Los casinos están perfectamente diseñados para engancharte al juego, pero la mayoría de nosotros nunca llegamos a entender por qué. Entrad en un casino y notaréis dos cosas si os fijáis. Primero la ausencia de luz, y segundo la distribución laberíntica. También hay otros elementos desorientadores que los diseñadores usan para inducirnos a un estado de trance, necesario para el juego. Los hoteles del amor no comparten todas estas características ¿por qué deberían hacerlo?

Los hoteles del amor se pagan por horas. Una vez que has hecho lo que venías a hacer, te vas y vuelves a tu vida cotidiana. El contraste entre el exterior (diseño laberíntico) y el interior (esplendorosa decoración y falta de luz natural) engrandece este espacio tan irreal y crea una sensación de infinitas posibilidades.

A veces, la fantasía puede llevar a la evasión: buscar distracciones y consuelo a una desagradable realidad. Pero un hotel del amor no es necesariamente eso. Una persona japonesa no está huyendo de los horrores de su vida cuando entra en una de esas habitaciones. Los hoteles del amor son espacios para la honestidad, el cariño y una expresión de las experiencias de la vida real. No solo nos enseña que debemos esforzarnos por el éxito y la familia, sino que debemos ser felices haciéndolo. Cualquier cosa que no sea “la felicidad” nos hace sentir raros. El hotel del amor, en toda su gloria, crea un ambiente surrealista en el que nuestros pensamientos surrealistas son aceptados.

 

Escrito por Anna, traducido por Ainhoa.
Imagen destacada cortesía de Guidable.

Post a Comment

Your email address will not be published. Required fields are marked *