Karasu-zoku: la antítesis del Kawaii
Aunque el debate sobre el verdadero origen de la estética kawaii sigue en furor, todos coincidiremos en que los 60 y los 70 fueron la época dorada del estilo. Sin embargo, durante los 80, nació una nueva subcultura como respuesta a esta estética tan femenina, mona y fina. Traducido como “tribu del cuervo”, Karasu-zoku era todo negro, negro y más negro, y a la vanguardia de todo ello… ¡más negro, con diseñadores como Yohji Yamamoto y Rei Kawakubo! En el mundo de la moda alternativa, el péndulo siempre va de una subcultura a la siguiente. La oscuridad contra la luz, la subcultura contra la corriente principal, el minimalismo contra la extravagancia; la mejor representación de este vaivén se da en el movimiento antimoda del Karasu-zoku.
Al contrario que el resto de tokiotas, que buscaban verse kawaii de forma pija, con siluetas ceñidas y tímidos colores pastel, los “cuervos” se rebelaban vistiendo completamente de negro, de la cabeza a los pies. Se colgaban prendas holgadas, desgastadas y asimétricas que los camuflaban. Las mujeres llevaban ropa de hombre y los hombres llevaban ropa de mujer. Los cuellos altos andróginos y las bufandas que devoraban el cuello se convirtieron en elementos indispensables.
Largas faldas sin dobladillo que fluyen con el viento y telas caras de textura rugosa se combinaban con maquillaje efecto ahumado en los ojos tras un flequillo en picos. Se ha acuñado el término DC burando (marca de diseñador y personaje) para describir la obsesión con el estilo de vanguardia característico de Karasu-zoku.
Imagen cortesía de AP/Tsugufumi Matsumoto.
Nunca fue intención de Yamamoto y Kawakubo comenzar un movimiento. Una vez, Yohji Yamamoto describió el negro como: “Modesto y arrogante al mismo tiempo”. Esta actitud hacia el color se convirtió en el pilar de Karasu-zoku. Criado por una madre costurera, podemos ver de dónde viene que Yamamoto quiera comenzar a hacer ropa. Aunque inspirado por la escena del punk británico, la occidentalización de la moda desagradaba a Yamamoto y en vez de diseñar conjuntos de ropa al estilo de muñecas para clientes en la tienda de su madre, prefirió recrearse en las siluetas masculinas tradicionales de Japón para mujeres independientes. Según un joven Yamamoto, vestir a las mujeres con ropa de hombre las protegía “del frío o de las miradas indiscretas de los hombres”. Su colección, “Impact from the East”, debutó en París y regocijó a los individualistas que estaban hartos del status quo pero sacó de quicio a los entusiastas de las hombreras de los 80. Kawakubo estaba en el mismo barco con las críticas.
La diseñadora de Comme des Garçons destruyó por completo los cánones de moda europea, ¡y esa era la clave! Disfruta ser una incomprendida en la industria de la moda. La colección “Destroy” debutó en la misma ciudad y el mismo año que la de Yamamoto. Mostraba diseños que cubrían el cuerpo para enfatizar el espacio que rodeaba al usuario. Las deconstrucciones de Kawakubo estaban desprovistas de las siluetas “ideales” y telas de lujo por las que tanto se conocía la Semana de la Moda en París. Los dobladillos deshilachados, los bordes destrozados y los patrones de costura erráticos aludían a la hostilidad hacia la ortodoxia y la moda occidental. Kawakubo quería llevar el mensaje de la vacuidad de la industria de la moda a los observadores preocupados por el consumismo en Japón. Pero ¿qué hay de la moda kawaii? ¿Dónde encaja todo esto?
Las mujeres podían escapar a un mundo de fantasía donde no tenían cabida las expectativas ni la presión.
El movimiento estudiantil mundial dio salida al punk en ciudades como Londres, mientras que Tokio recibió con los brazos abiertos marcas de moda kawaii como Pink House y Milk. No obstante, la que una vez fue una subcultura marginal se volvió un estilo popular en los 80. La Rosa de Versalles, un manga shoujo sobre Maria Antonieta, popularizó la moda kawaii con su estilo rococó. Se cubría el cuerpo femenino con mangas acampanadas con volantes, tonos arcoíris y colorete coral. Las mujeres podían escapar a un mundo de fantasía donde no tenían cabida las expectativas ni la presión. Alcanzaban la satisfacción personal a través del capitalismo y el consumismo de personajes adorables.
A Karasu-zoku no le interesaba lo más mínimo lo popular, especialmente a las seguidoras del estilo. Cada vez había más mujeres japonesas económicamente independientes en los 70 y los 80, así que la idea de vestirse para una misma en vez de para su pareja, que normalmente buscaban una esposa kawaii, se extendió como el fuego. La influencia estadounidense también ayudó a popularizar la idea de un nuevo tipo de mujer, una que pudiera validar su poder y personalidad con ropa más modesta y cómoda. Sin embargo, conviene recordar que estas ropas no eran solo para hombres o mujeres, sino que eran de género neutro. El look “Bag lady chic” al estilo de Yamamoto y Kawakubo frenó la sexualización de las usuarias.
Los rebeldes antimoda de Karasu-zoku rechazaban la ropa ajustada e inmaculada. Una moda sin género, una novedad entonces, era la idea que adoptaron y fortalecieron Yamamoto y Kawakubo al diseñar para gente a la que no le importaba lo que pensaran los demás. Luchaba contra la hipersaturación del kawaii y ofreció a los provocadores e inconformistas una nueva cultura, un hogar. Se mantienen unidos, como “cuervos” de un mismo plumaje.
Escrito por Ash, traducido por Ismael.
Imagen destacada cortesía de Vogue, collage de Ash.