Aquelarres y calderos: la evolución de las brujas en la cultura pop
Tras chocar tres veces sus zapatos de rubí, Dorothy pronuncia las inolvidables palabras: “Se está mejor en casa que en ningún sitio”. Esta adaptación cinematográfica de El maravilloso mago de Oz, escrito por L. Frank Baum, no solo reafirmaba la importancia de la familia, sino que también consolidó la imagen de la bruja. El concepto de la bruja malvada ya existía gracias al Malleus Maleficarum, pero fue con la llegada de la Bruja del oeste (piel verde, nariz aguileña y verrugas) cuando empezamos a relacionar lo malvado con lo feo. ¡En la misma película, la benevolencia de Glinda, la bruja buena del sur, se materializaba en vestidos de algodón de azúcar con muchas estrellas y brillos! En las décadas posteriores, las representaciones de las brujas servirían de soporte de nuestra cultura popular, aceptando muchas de las ideas de la sociedad sobre la mujer. Eran amas de casa, adolescentes, hermanas. ¿Pero qué demostraban realmente esas caracterizaciones?
“Con un movimiento de nariz o un chasqueo de sus dedos, Samantha podía… teletransportar a su marido al sótano…”
La serie de televisión Embrujada llegó a la televisión en los años 60, coincidiendo con la segunda oleada del feminismo. Supuso un cambio en la representación de las mujeres en televisión. Todos hemos escuchado la historia: una bruja conoce a un hombre mortal; la bruja se enamora del hombre mortal; la bruja se casa con el hombre mortal y se convierte en una dulce ama de casa de las afueras de la ciudad. Al menos, eso es lo que pensó Darrin Stephens cuando se casó con Samantha. Vestidos saco con estampados atrevidos, conjuntos de suéter, camisas y melena rizada; Samantha parecía representar bien su papel, pero nunca se ajustaba a la norma. Con un movimiento de nariz o un chasqueo de sus dedos, Samantha utilizaba la magia para terminar sus tareas o teletransportar a su marido al sótano cuando discutían. Esta bruja con cabellos dorados subvertía la autoridad de su marido utilizando su magia a escondidas siempre que tenía la oportunidad. Aunque los esfuerzos de Samantha de apaciguar a Darrin pueden parecer triviales comparados con las demandas del movimiento feminista (libertad reproductiva, acceso a los métodos anticonceptivos y salario equitativo), Embrujada representaba la tensión real que existía en los hogares estadounidenses durante los 60 y convirtió el cuerpo de la mujer en el foco de atención de la sitcom.
Imagen cortesía de Screengeek.
Avanzamos hasta los 90, cuando aparece Jóvenes y brujas. La Wicca (la religión de la brujería) apareció por primera vez en la cultura pop occidental de mano de esta película de terror sobrenatural que cuenta la historia de un aquelarre en un instituto cuyo uso de la magia para sus fines personales acarrea consecuencias mortales. Sarah, nuestra protagonista (interpretada por Robin Tunney), es una adolescente afligida por el trauma de haber perdido a su madre a una edad temprana. Se matricula en un nuevo instituto y se hace amiga de las marginadas de la escuela, que con ella completan su aquelarre. Las chicas comienzan a explorar los límites de su poder, y su armario le sigue después. Aunque al principio eran tímidas y vestían de forma simple, las chicas comienzan a llevar cruces, maquillaje ahumado, minifaldas, chupas de cuero y montones de negro. Su estilo guay y sexy se sirvió del estilo grunge de los 90. Por desgracia, el aquelarre se vuelve contra Sarah, amenazándola y atormentándola con visiones de insectos, nidos de serpientes y ratas. Finalmente consigue encontrar la fuerza para contraatacar tras “invocar al espíritu” con la ayuda de su madre muerta.
Este tema, el de sobreponerse a la pérdida, también se trata en la comedia fantástica Prácticamente magia y en la serie de televisión Embrujadas. Ambas historias, que aparecieron por primera vez en 1998, contaban la vida de brujas que, habiendo perdido a sus madres en extrañas circunstancias, encontraban consuelo en la hermandad. Donde Jóvenes y brujas presentaba a la bruja indómita y llena de angustia, las hermanas de Prácticamente magia y Embrujadas (vistiendo terciopelo, encaje y estampados florales) presentaban a la bruja como una sirena. Su atracción se representaba a través de su estilo femenino sin esfuerzo, que destilaba un toque de peligro. Todas esas mujeres compartían una relación profunda pero tensa, que se renovaba con magia (¡y romance, por supuesto!). En Prácticamente magia, Gillian (interpretada por Nicole Kidman) cae rendida víctima del agresivo Jimmy Angelov; en Embrujadas, Phoebe (interpretada por Alyssa Milano) se enamora con el demoníaco Cole (no es un eufemismo, ¡era un demonio de verdad!). Al final logran vencer a Jimmy y atraen a Cole al lado de la luz (al menos durante un tiempo). Los dos hombres amenazan los lazos del amor entre hermanas, pero, ¡la hermandad triunfa! El paraíso prohibía que se verbalizara ese mensaje sin la ayuda del amor romántico del sexo opuesto.
Imagen cortesía de E! News online.
“Estaba confundida y frustrada, intentando encajar.”
Las vicisitudes del amor pasaron a un segundo plano en la serie de Nickelodeon Sabrina, cosas de brujas (1996-2003). Vientres al aire, pelo frito y tirantes finos; esta hechicera volvía a recordar la alegría de Embrujada. Dirigida a preadolescentes, Sabrina solo era una adolescente normal (mitad mortal, mitad bruja). Estaba confundida y frustrada, intentando encajar. Su fuerte personalidad residía en su rechazo a postrarse ante la presión social. Saltamos al 2018 y, en nuestra búsqueda desesperada de “autenticidad”, Netflix ha reiniciado la historia con una adaptación más cercana a la original de Archie Comics. En Las escalofriantes aventuras de Sabrina, la bruja ya no es dulce y alegre, sino de carácter cambiante y diabólica (literalmente). Con una perspectiva de Caperucita Roja retro, cuando se adentra en el bosque, Sabrina luce ahora un abrigo de lana carmesí, vestido con cuello Peter Pan de encaje y una felpa negra. Aunque la versión de Sabrina de Netflix parece un giro radical, todavía es esa adolescente testaruda que intenta abrirse camino en el mundo: se opone a sus tías y al propio Diablo al negarse a recibir su “bautismo oscuro”.
Imagen cortesía de The New York Times.
Pero en la cultura pop, la bruja no termina su viaje espiritual con el bautismo. ¡Si es realmente poderosa llega a convertirse en la Suprema (y no, no es una referencia a Diana Ross)! American Horror Story: Coven tiene una trama con algunos altibajos, ¡pero lidera victoriosa el terreno de la moda! Myrtle Snow, la Grace Coddington del aquelarre; Cordelia, chic en Givenchy; Marie Laveau, Foxy Brown convertida en Fury; Misty Day, la bruja bohemia obsesionada con Stevie Nicks; Madison Montgomery, fracasada estrella de Hollywood; Zoe, novata con drapeado de Comme des Garcons; Nan, peregrina y chic; y la directa Queenie “muñeca de vudú” era muy… real. Pantalones vaqueros reales y patadas reales. ¡Y no olvidemos los sombreros! Fedoras, sombreros Garbo y de copa… se ha reinventado el sombrero de bruja. Cada bruja del aquelarre es única a su manera y lo que pudimos ver en televisión fue la democratización de la bruja, o al menos eso es lo que parecía. La historia de Ryan Murphy sobre un aquelarre de Nueva Orleans convirtió a todas las mujeres en brujas potenciales (algo parecido a cuando Buffy despierta a todas las cazadoras). Aunque pueda haber sido un acto performativo y pueda no haber tenido como resultado la inclusión, la accesibilidad o el ascenso social, supuso un punto de partida.
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La bruja en la cultura popular ha tomado muchas formas: el ama de casa indómita, la adolescente rebelde, las hermanas que intentan reconectar y la novata sin la menor idea. Algunos dicen que las brujas están viviendo su momento, pero nosotros preguntamos: ¿dónde habéis estado? La bruja es el momento. La bruja en la cultura pop es un espejo del pasado, presente y futuro del movimiento de las mujeres. La bruja es una medalla de honor. La bruja es una mujer con poder.
Escrito por The COMM, traducido por Úrsula.
Imagen destacada cortesía de Metro-Goldwyn-Mayer.